Rosa María Palacios

Un blog de política independiente

12 septiembre, 2019

Devolución del voto

José Luis Bustamante y Rivero (1945 – 1948) y Fernando Belaunde Terry (1963 – 1968) compartieron el infortunio de dejar sus presidencias democráticas luego de sendos golpes militares. En ambos casos, soportaron congresos con mayoría opositora y miserable, que prefirieron los rigores de la dictadura antes de aceptar los consensos democráticos. A Alberto Fujimori le pasó lo mismo, pero conocedor del destino de sus predecesores, apuró el mal paso y se dio un golpe a sí mismo, en alianza con las Fuerzas Armadas. En 1993 los constituyentes se propusieron evitar que esto vuelva a suceder. Cada vez que el Presidente del Perú no tenía o no podía formar una mayoría relativa, se interrumpía el orden democrático.

¿Por qué esto no pasa en el régimen presidencialista de los Estados Unidos? Porque cada dos años su cámara de representantes se renueva. ¿Por qué esto no sucede en los regímenes parlamentarios? Por qué el Jefe de Gobierno y su gabinete proceden del parlamento. Cuando pierden apoyo llaman a elecciones. En ambos casos hay un mecanismo que devuelve al pueblo su voto para que premie o castigue, de mayoría u oposición, sin necesidad de violencia alguna.

Las reglas constitucionales deben resolver las confrontaciones políticas de forma pacífica. Para eso se inventaron. Por eso, los constituyentes del 93 incluyeron la cuestión de confianza. La propuesta del fujimorismo era que el Presidente pudiera disolver el Congreso una sola vez durante su mandato, sin expresión de causa. Chirinos Soto los convenció de que bastaba la negativa de confianza a dos gabinetes (por cualquier asunto) para disolver el Congreso y devolver el poder al pueblo. Con esas reglas se eligieron Toledo, García, Humala y Kuczynski. Los “constitucionalistas” que dicen que no se puede hacer confianza “de cualquier asunto” (incluyendo una reforma constitucional) o son muy ignorantes de la historia política o son muy mentirosos. La cuestión de confianza, tal como hoy la conocemos en el Perú, se colocó exactamente para situaciones en las que hay que devolver el poder al pueblo.

Disolver el Congreso es una medida excepcional para situaciones de extrema necesidad. La decisión es potestad exclusiva de la Presidencia. El Congreso puede negar la confianza muchas veces y no ser disuelto. La pregunta que todo Presidente debe hacerse entonces es ¿hay espacio para la colaboración o no puedo gobernar con un congreso en permanente pie de guerra?

¿Tiene espacio Martín Vizcarra para una agenda de mutuo interés? En las últimas semanas las señales del congreso apuntan a vacarlo por la causal de incapacidad moral permanente (lo que sea que signifique eso, se decide no con motivos sino con 87 votos). ¿No se puede vacarlo? Ya lo intentaron dos veces con Kuczynski. En el intento de la segunda, terminó renunciando. El ambiente de esta semana se parece al de los últimos días de PPK. Comisiones investigadoras sobre comisiones investigadoras se amontonan para investigarlo todo y nada, abusando y violando derechos constitucionales básicos como es el caso de la investigación a las encuestadoras.

Adelantar elecciones es muy malo, pero de todas las malas decisiones esta al menos tiene base constitucional y pretende reparar el daño inmenso que ya se ha hecho a la democracia. No tengo duda que recuperaremos nuestro voto.

Columna publicada en el diario La República el domingo 8 de setiembre del 2019

 

 

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